Muchas veces me pregunto que es la felicidad. Esa palabra de la que todo el mundo habla. ¿Un estado de ánimo? ¿Un sentimiento? ¿Cómo sabemos si somos felices? ¿O por qué no decir que estamos felices en vez de en ser felices? A mí me gusta decantarme por ser feliz. Sin embargo, estaría en realidad mejor definido con estar.
Sea lo que fuere todo el mundo ansia por conseguirla y diría que todo lo que nos mueve por esta vida es este concepto.
Para mí, en mi caso, he descubierto y he entendido lo que es la felicidad hace muy poco, cuando realmente y plenamente no soy feliz. La felicidad, a mi modo de ver, es un sentimiento o un estado de ánimo en el que todas las facetas de tu vida te dan la cara. Es precisamente sentimiento o estado de ánimo porque no lo considero algo estático. Va cambiando con el tiempo y sé que toda la vida no puedes ser feliz, no aprenderíamos de los errores, a veces tan necesarios. A pesar de todo esto, para mí, la felicidad se ha convertido en un objetivo. Me considero una persona muy afortunada.
Para conseguir mi verdadera y plena felicidad, un ámbito de mi vida se torció en un momento determinado y por ello creo que ahora mismo no soy feliz. Lucho cada día porque la felicidad vuelva a mí, lucho por erradicar de mi vida aquello que no me hace realmente feliz. La vida es complicada, no es que me rinda; de hecho, trato de mejorar siempre. Pero la vida es así, te pone trabas, te pone obstáculos día a día. Digamos que muchas veces ya no aspiramos a alcanzar la felicidad, la vemos como un objetivo muy lejano sino que hacemos tareas o tomamos decisiones para sentirnos realizados, pues muchas veces no depende de nosotros alcanzar la verdadera y plena felicidad.
Hay que aceptar la realidad, afrontar los problemas con la cabeza bien alta, aunque a veces no tengamos ganas de nada. Si tratamos de solucionar lo que nos perturba estoy segura de que a felicidad pronto la tendremos de vuelta. Aunque muchas veces se hace de rogar estoy segura de que merecerá la pena.
=> Todo esfuerzo tiene su recompensa <=
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