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lunes, 4 de julio de 2016

Revolución yihadista; caos europeo

Tras el atentado de la semana pasada en Turquía quiero mostraros el artículo que realicé en diciembre de los atentados en París.

El atentado de París ha sido el último eslabón de una cadena de sucesos que han puesto alerta a toda Europa. La muerte de más de 127 personas ha revolucionado la seguridad común europea. 
Una cadena de atentados que se basa en ideas radicales acumuladas a lo largo del tiempo. El objetivo del Estado Islámico fue desde el primer momento crear un califato en Irak y en Siria, además de imponer la ley islámica. El estallido de la guerra civil de Siria, en 2013, fue la culminación de una estrategia basada en la guerra de guerrillas y a partir de la que han tomado posición en numerosas regiones de la zona imponiendo su política radical.  
El atentado podía tener sus causas en septiembre de 2014. Francia declaró la guerra al Estado Islámico con el objetivo de evitar su expansión. Según confirmó el Ministro de Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian. Desde esa fecha se han ido sucediendo bombardeos en la zona de conflicto con el objetivo de acabar con los arsenales y la logística de los yihadistas. Sin embargo, Francia ha establecido una política de acercamientos y desaires en regiones de Oriente Medio. Así, un intento de acercar posturas con Irak lo acompañaba con un aumento de los bombardeos en la guerra civil. Pero es posible que nuevos atentados se sigan preparando aunque cambie la situación internacional. Los terroristas encontrarán siempre excusas para actuar.  
La guerra de Siria ha supuesto uno de los primeros problemas que se venían atisbando: la catástrofe humanitaria. Sirios que han tenido que salir de su país perseguidos por la violencia. Estados vecinos que han recibido la llegada masiva de refugiados. Europa que se encuentra en la situación de acoger o no. Se preguntan dónde está el enemigo pero la realidad es que no es localizable. Además, se suma que algunas comunidades étnicas y religiosas se vean criminalizadas por sus ideas. Son confundidos con los terroristas, porque estos últimos se enmascaran en movimientos religiosos que dicen representar. 
Las medidas internas e internacionales que Francia ha anunciado son extraordinarias. Incluyen la reforma de la Constitución, poderes gubernamentales para luchar contra el terrorismo, incremento del presupuesto de seguridad y defensa; y también ha solicitado a la Unión Europea que no se tenga en cuenta ese gasto para evaluar su déficit público. Además, el impacto económico que genera deja las consecuencias en el turismo, ocio o en compañías aseguradoras. Incluso algunas decisiones de inversión se pueden ver perjudicadas. En general, supone un lastre para el conjunto de la economía que en el caso de la Eurozona no termina de confirmar su recuperación y presenta tasas de crecimiento muy limitadas. 
Más allá de las consecuencias económicas innegables se trata de un atentado contra los sistemas democráticos y de defensa de las libertades y los derechos individuales. Francia y sus aliados han sentido un asalto a los principios y los valores que defienden. Se han apresurado a reaccionar pero esta respuesta debe ser prudente. Debe establecerse conforme al Derecho Internacional para ser efectiva a largo plazo. Se tiene que defender la libertad que se ha conseguido gracias a un largo proceso. La cooperación entre los Estados europeos es fundamental para atajar la amenaza terrorista, tanto en lo que se refiere a la acción dentro de Europa como a la política internacional.  

Sea de una manera o de otra, lo cierto es que el terror volvió a asolar París. Un conflicto que no tiene fácil solución, que tiende a forjarse en la peor arma de todas: los prejuicios. 

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