El atentado de París ha sido
el último eslabón de una cadena de sucesos que han puesto alerta a toda Europa.
La muerte de más de 127 personas ha revolucionado la seguridad común europea.
Una
cadena de atentados que se basa en ideas radicales acumuladas a lo largo del
tiempo. El objetivo del Estado Islámico fue desde el primer momento crear un
califato en Irak y en Siria, además de imponer la ley islámica. El estallido de la guerra civil de
Siria, en 2013, fue la culminación de una estrategia basada en la guerra de
guerrillas y a partir de la que han tomado posición en numerosas regiones de la
zona imponiendo su política radical.
El
atentado podía tener sus causas en septiembre de 2014. Francia
declaró la guerra al Estado Islámico con el objetivo de evitar su expansión.
Según confirmó el Ministro de Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian. Desde esa fecha se han ido sucediendo bombardeos en la
zona de conflicto con el objetivo de acabar con los arsenales y la logística de
los yihadistas. Sin embargo,
Francia ha establecido una política de acercamientos y desaires en regiones de
Oriente Medio. Así, un intento de acercar posturas con Irak lo acompañaba con
un aumento de los bombardeos en la guerra civil. Pero es
posible que nuevos atentados se sigan preparando aunque cambie la situación
internacional. Los terroristas encontrarán siempre excusas para actuar.
La guerra
de Siria ha supuesto uno de los primeros problemas que se venían atisbando: la
catástrofe humanitaria. Sirios que han tenido que salir de su país perseguidos
por la violencia. Estados vecinos que han recibido la llegada masiva de
refugiados. Europa que se encuentra en la situación de acoger o no. Se
preguntan dónde está el enemigo pero la realidad es que no es localizable.
Además, se suma que algunas comunidades étnicas y religiosas se vean
criminalizadas por sus ideas. Son confundidos con los terroristas, porque estos
últimos se enmascaran en movimientos religiosos que dicen representar.
Las
medidas internas e internacionales que Francia ha anunciado son
extraordinarias. Incluyen la reforma de la Constitución, poderes
gubernamentales para luchar contra el terrorismo, incremento del presupuesto de
seguridad y defensa; y también ha solicitado a la Unión Europea que no se tenga
en cuenta ese gasto para evaluar su déficit público. Además, el impacto
económico que genera deja las consecuencias en el turismo, ocio o en compañías
aseguradoras. Incluso algunas decisiones de inversión se pueden ver
perjudicadas. En general, supone un lastre para el conjunto
de la economía que en el caso de la Eurozona no termina de confirmar su
recuperación y presenta tasas de crecimiento muy limitadas.
Más allá
de las consecuencias económicas innegables se trata de un atentado contra los sistemas
democráticos y de defensa de las libertades y los derechos individuales.
Francia y sus aliados han sentido un asalto a los principios y los valores que
defienden. Se han apresurado a reaccionar pero esta respuesta debe ser
prudente. Debe establecerse conforme al Derecho Internacional para ser efectiva
a largo plazo. Se tiene que defender la libertad que se ha conseguido gracias a
un largo proceso. La cooperación entre los Estados europeos es fundamental para
atajar la amenaza terrorista, tanto en lo que se refiere a la acción dentro de
Europa como a la política internacional.
Sea de
una manera o de otra, lo cierto es que el terror volvió a asolar París. Un
conflicto que no tiene fácil solución, que tiende a forjarse en la peor arma de
todas: los prejuicios.
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